


Como todos los aňos, marzo trajo una multitud de artistas, coleccionistas, curadores, galeristas y dealers a Nueva York, todos ansiosos de participar en un fun de semana marcado por una decena de ferias de arte coronados por The Armory Show, la mayor y más importante de todas. Esta es una gigantesca muestra de más de 270 galerías internacionales ancladas en dos muelles a orillas del Hudson, en Manhattan.
Aunque Volta, Scope, Pulse, Pool, Verge, Art Brooklyn, Red Dot, Fountain y The Dependent, dedicadas, más que nada, al arte contemporáneo y emergente tuvieron relativo éxito en ventas y público, fue, obviamente, The Armory Show la que despertó mayor interés. Y con razón.
Las cosas resultaron diferentes hace unos días. La fuerte presencia europea y asiática reveló no sólo a una nueva y vibrante generación de artistas contemporáneos, sino, como seňalaron varios críticos, un sorpresivo tesoro de arte moderno que, aunque conocido, fue presentado en forma innovadora y hasta revolucionaria.
De pronto Rauschenberg, Matisse, Warhol o Picasso, más que conocidos para cualquier neoyorquino con un mínimo de interés en el arte, fueron tratados con admiración y curiosidad, y no necesariamente con la acostumbrada reverencia. Y si eso sucedió con los maestros modernos, sólo queda imaginar la fiesta de sentidos que tuvo lugar en el muelle 92, donde se reunió el arte contemporáneo.
El chileno Iván Navarro, según The New York Times, The Daily Beast y otros medios, presentó una de las instalaciones más provocativas y espectaculares de la muestra, una reja de neón blanco que cerró completamente el espacio de la Galería Paul Kasmin de Nueva York. Fue una jugada genial, una alegoría del mundo del arte; un sitio que buscó descaradamente la atención, pero que, de igual manera, impidió toda entrada.
Navarro estuvo lejos del ser el único latinoamericano presente. Bajo el nombre “Focus Latin America”, 18 galerías del continente se reunieron en un sector del Armory Show, creando una exhibición colectiva que enfatizó las semejanzas que existen entre el arte y los artistas latinoamericanos, pero, aún más interesante, marcó también sus profundas diferencias. A estas alturas es difícil hablar de “arte latinoamericano”, cuando integrados física y tecnológicamente a un mercado global, los creadores de esa región comparten intereses, tendencias y hasta obsesiones con artistas de otras partes del mundo sin importar fronteras ni pasaportes. Chile estuvo representado por la Galería González y González
-dirigada por Daniella González Maldini y con un portafolio que incluye artistas nacionales y extranjeros como Jorge Tacla, Patrick Hamilton, Santiago Serra, Fernando Bryce y Goldiechairi- y por la Galería de Isabel Aninat, que en esta ocasión exhibió las magníficas fotografías de Denise Lira Ratinoff y piezas del dúo Aninat & Swimburn, entre otros. El día del cierre de la feria, Isabel lucía una amplia y satisfecha sonrisa. “Tuvimos un éxito gigantesco”, aseguró, “superó nuestras expectativas y estamos muy, muy felices”.
MINISTRO + ARTISTAS
Durante esos días, el arte parció apoderarse de toda la ciudad. En Scope, la feria alternativa montada en esta ocasión en una espacio industrial en el SoHo, hubo desde pinturas y videos hasta esculturas híper realistas -una mona en zapatillas resultó inolvidable- y tableau vivants. En Times Square, la artista peruana Grimanesa Amorós instaló su escultura “Uros House”, inspirada en una estructura similar a las viviendas de los indios uros en el Lago Titikaka, pero construida en polietileno, metal y luces LEDS computarizadas.