Sculpture Installation
Abrons Arts Center, Henry Street Settlement
FOTOMANA | New York, NY 1998-2000
Media: Cotton pulp with clay on lathand mixed media.
Essay by: Marek Bartelik
“In 1994, Amorós obtained an NEA grant and an Arts International traveling grant to visit Ghana and the Ivory Coast. The trip lasted two months. In the small, tourist-free villages, Amoros found a world that enchanted her with its spiritual and natural integrity, and met peoples oblivious to many Western anxieties. For Amorós, like many others before her, the trip turned into a personal experience — a search for her identity.
Incapable of making art while visiting West Africa, she focused on learning about local religions, cultures, and arts. She visited an old priestess in Larteh, located an hour-and-a-half from Accra, Ghana. She studied asafo flags (named after the word for traditional warrior groups in the Fante society of south-central Ghana) and explored different African religions. In Kumasi (Ghana), she observed a colorful court ceremony at the Manyia Palace, attended by the Ashantigini Chief and his warriors, who are admired throughout the region for their bravery.
While learning about Africa, Amorós discovered the kinship between Peru and Ghana; not only were the two countries once part of the same continent – with comparable climates and food sources – but they also share similar beliefs and artistic sensibilities. “After my trip to Africa, I could not make art for about four months” — Amorós recalls. “I needed time to approach art on my own terms.”
When she started working, she could not stop, until she found the desired expression. The works in this exhibition employ memories of the trip to West Africa as an oblique point of departure, but they are non-referential artifacts rather than literal evocations of the artist’s specific experience. Amorós agrees with the writer James Baldwin, who once wrote about his African roots: “To accept one’s past — one’s history — is not the same as drowning in it; it is learning how to use it.”
The exhibition borrows its title, “Fotomana,” from the word “welcome” in a local dialect from the Senufo region of the Ivory Coast, a region known for exquisite sculptures and paintings on fabric. It presents a series of tablet-like reliefs made of a mixture of various organic materials.
In creating her works, Amoros starts with a piece of construction material called lathe. She cuts a metal honeycomb sheet of lathe into a desired size, then covers it with a compound of cotton pulp, raffia, straws, hay, sand and Arizona clay. The relief forms are modeled and affixed to the background with a water-based glue. The artist tints her works with red oxide because the original red color of the mixture turns pink after drying. The finished works are hung on sisal ropes braided with coca leaves dyed in tea. The small pieces are usually displayed on the wall as an ensemble. The larger pieces are arranged in more of a installation mode, as a series of flexible semi-transparent walls or curtains that conceal and disclose.
In this domestic habitat, the viewer can wander between the works and contemplate the rich surfaces on both sides. Defining space in such a fashion, Amorós further stresses the sculptural quality of her works, while making the tactility of their surface bespeak the work process.
Amorós’s works contain archetypical forms that act like pictographs. Silhouetted animals, people and houses appear in various combinations with geometric markings such as triangles, circles and spirals. Animated by centrifugal force or arranged in a grid-like pattern, they are more like presences than depicted representations. The backs of the tablets are covered with handprints, rhythmically applied like signatory notations.”
“En 1994, Amorós obtuvo una beca NEA y una subvención de viaje Arts International para visitar Ghana y Costa de Marfil. El viaje duró dos meses. En los pueblos pequeños, libres de turistas, Amorós encontró un mundo que le cautivó por su integridad natural y espiritual, y conoció a personas ajenas a muchas angustias occidentales. Para Amorós, como para muchos otros antes que ella, el viaje se convirtió en una experiencia personal – la búsqueda de su identidad.
Imposibilitada de hacer arte durante su visita a África Occidental, se centró en el aprendizaje de las religiones, culturas y artes locales. Visitó a una anciana sacerdotisa en Larteh, que vivía a hora y media de Accra, Ghana. Estudió las banderas asafo (llamadas así por los grupos de guerreros tradicionales en la sociedad de Fante del centro-sur de Ghana) y exploró las diferentes religiones africanas. En Kumasi (Ghana), observó una ceremonia llena de color en el Palacio Manyia, a la que asistieron el Jefe Ashantigini y sus guerreros, que son admirados en toda la región por su valentía.
Mientras aprendía sobre África, Amorós descubrió el parentesco entre el Perú y Ghana, ya que no sólo fueron ambos alguna vez parte de un mismo continente – con climas y fuentes de alimentos comparables – si no porque también comparten las mismas creencias y sensibilidades artísticas. “Después de mi viaje a África, no pude hacer arte durante aproximadamente cuatro meses” – recuerda Amorós. “Necesitaba tiempo para acercarme al arte en mis propios términos.”
Cuando empezó a trabajar, no podía parar, hasta que encontró la expresión deseada. Las obras de esta exposición emplean recuerdos del viaje a África Occidental, como un punto de partida transversal, pero son piezas no referenciales en lugar de evocaciones literales de la experiencia específica de la artista. Amorós está de acuerdo con el escritor James Baldwin, quien una vez escribió sobre sus raíces africanas: “Aceptar el pasado de uno mismo – su historia – no es lo mismo que sumergirse en él, es aprender cómo usarlo.”
La exposición toma prestado el título “Fotomana” de la palabra “bienvenido” en un dialecto local de la región de Senufo de Costa de Marfil, región conocida por sus exquisitas esculturas y pinturas en tela. Presenta una serie de relieves a modo de placas hechas con una mezcla de diversos materiales orgánicos.
En la creación de sus obras, Amorós comienza con una pieza de material de construcción llamada torno. Corta una hoja de torno metal en forma de panal de un tamaño deseado y luego la cubre con un compuesto de pulpa de algodón, rafia, paja, heno, arena y arcilla de Arizona. Las formas del relieve son modeladas y colocadas en el fondo con un pegamento a base de agua. La artista tiñe sus obras con óxido rojo porque el color rojo original de la mezcla se torna rosado después del secado. Los trabajos terminados se cuelgan con cuerdas de sisal trenzado con hojas de coca teñidas en té. Las piezas pequeñas se muestran normalmente en la pared como un conjunto. Las piezas más grandes están dispuestas en más de un modo de instalación, como una serie de paredes o cortinas semitransparentes flexibles que ocultan y revelan.
En este hábitat doméstico, el espectador puede pasear entre las obras y contemplar superficies ricas en ambos lados. Al definir el espacio de esa manera, Amorós subraya aún más la calidad escultórica de sus obras, mientras que lo tangible de su superficie muestra el proceso de trabajo.
Las obras de Amorós contienen formas arquetípicas que actúan como pictogramas. Siluetas de animales, personas y casas aparecen en diversas combinaciones con marcas geométricas como triángulos, círculos y espirales. Animados por la fuerza centrífuga o dispuestos en un patrón en forma de rejilla, que se parecen más a presencias que a representaciones ilustradas. La parte posterior de las obras está cubierta con huellas de manos, aplicadas rítmicamente como notaciones de firmas.”