Acrylic on Canvas 80″ X 68″
HIDDEN TREASURES
Year: 1993
Photos by Grimanesa Amorós Studio
by Dan Cameron
Grimanesa Amoros’ art plays deftly with the notion that painting and sculpture might come into being through the process of shedding, as opposed to accumulating, the more physical aspects of form, so that the condition in which her subjects are presented does not function as a ‘final’ state at all, but more like one of several possible chosen moments within which the process of coming-into-being has been captured. To pursue that notion a bit more, we might even say that Amoros’ work tends to reject the inclination towards making the tactile presence of form the single most defining characteristic in the artist’s representation of living things. Instead, she seems to opt for states of being that are at once cruder and more metaphysical, steeped in serious myth but also lighthearted to the point of verging on childlike. Their limbs crowding the canvas borders in exuberant swaths of bright, simple colors, Amoros’ figures often seem more like jagged patches of energy or amorphous clusters of protoplasm than solid flesh and bone. This strategy of representation serves her purpose by introducing the illusion of an unguarded, naif sensibility at work, which keeps our skepticism at bay just long enough for it to become clear that Amoros is addressing much deeper questions than painting is usually expected to bear, and doing so in a way that makes us question in turn our own tendency to reject the pictorial role of universal symbolism in an increasingly deconstructed and self-signifying environment.
by Dan Cameron
El arte de Grimanesa Amoros juega hábilmente con la noción de que la pintura y la escultura pueden nacer, a través de un proceso de desprendimiento, opuesto a la acumulación, en los aspectos más físicos de la forma, de esta manera la condición en la que se presentan sus temas no funciona del todo como un estado “final” sino, más bien, como uno de los tantos posibles momentos escogidos en los cuales se ha capturado el proceso de “creación”. Para continuar un poco más con ese concepto todavía podríamos decir que el trabajo de ‘Amoros’ suele rechazar la tendencia a hacer de la presencia táctil la forma única y más definida característica en la representación de los seres vivientes de la artista. Por el contrario ella parece optar por estados de existencia que son a la vez más ordinarios y metafísicos, extraídos de un verdadero mito, pero también despreocupados al punto de lindar con lo infantil. Sus miembros llenando los bordes de los lienzos en exuberantes hileras de brillo y colores simples, las figuras de Amoros muchas veces se ven más como formas dentadas de energía o racimos amorfos de protoplasma que como sólidos de carne y hueso. Esta estrategia de representación sirve a su propósito introduciendo la ilusión de una sensibilidad por el trabajo ingenua y sin protección, manteniendo nuestro escepticismo lo suficiente para aclararnos que Amoros nos lleva a plantearnos preguntas más profundas a las que normalmente la pintura nos conduce. De tal manera que nos preguntamos a la vez acerca de nuestra propia tendencia para rechazar el rol pictórico del simbolismo universal en un medio ambiente cada vez más deconstructivista y auto representativo.