Viviendo en Lima, Amorós viajaba por Perú siempre que podía. La exposición de Amorós a los sitios históricos del país la llevó a investigar el Imperio Inca. El uso del oro y las creencias religiosas de los incas contribuyeron considerablemente a su forma de vida. Hacían máscaras de deidades forjadas en oro puro como forma de adoración. La población que vive en las islas de los Uros es descendiente de quechas y aymaras, siendo Puno el único lugar del Perú donde ambos grupos indígenas conviven unánimemente. Caminando sobre los juncos de totora de las islas de los Uros, el material del que están construidas las islas, Amorós quedó impactado por la sensación de ingravidez y la conectividad espiritual que se logra en estas islas flotantes.
uros dorados explora la dualidad de las creencias antiguas y la espiritualidad universal al incorporar las imágenes del autorretrato dorado de Amorós como una deidad.